Con estos aguaceros, los techos de muchas casas mostraron sus debilidades y empezaron a ceder ante las goteras.
Puede ser ese o cualquier imprevisto causa suficiente para arruinar los planes de la quincena, que sería lo correcto.
Pero, como esa no es la norma, es muy probable que pase un tarjetazo –seducido por un tasa cero- o tome el dinero de algo que tiene que pagar pronto, creyendo que lo repondrá a tiempo.
¿Usted lo ha hecho?
¡Claro! Todos hemos tomado esa decisión en algún momento.
La diferencia es que algunos advierten los peligros y lo hacen con sumo cuidado, pero otros creen que el dinero es inagotable y empiezan a comprometerse en compras de pagos de “a polaco”, o tarjetazos que son “manejables”.
Es exactamente lo que le pasó al Gobierno. Moody’s es como el tata, o la esposa –o esposo, según funcione el asunto- que pega el jalón de orejas para advertir que ya se está excediendo en vivir de a prestado.
Lo que se hace usualmente –cualquiera, honestamente- es hacerce el loco, ignorando el llamado de atención y desentenderse del asunto.
Ya Abel Pacheco trató de arreglar el asunto, pero los de casa le dijeron exagerado y le negaron la reforma fiscal.
A Oscar Arias le pasó lo mismo, pero tampoco lo intentó mucho.
La última fue Laura Chinchilla, pero Otto Guevara le llevó la contraria, junto a un batallón de opositores que le empantanaron el camino pidiendo cambios por todo lado al plan fiscal.
El Gobierno es una familia bien complicada, disfuncional.
Es como que su pareja fuera compradora compulsiva y sus hijos le exijan, todos los meses, un aumento en la mesada por encima del aumento que usted recibe.
Y, si no lo hace, le hacen trompas, dirán que el otro es mejor porque sí los consciente y va a ser el ogro de la película.
¿Cómo va a salir de eso?
Pues es de pegarse un tiro.
Al Gobierno no le pasa nada distinto respecto a lo que pasa en muchas casas. Es más, son las menos las que no sufren a causa de un mal manejo de deudas.
Probablemente lo que pasará es que quien lidera la casa deje de comer fuera de la casa, no se compre zapatos y, por tener contento a la familia, se joda solo para mantener viva la ilusión de un nivel de vida que no están en capacidad de pagar.
Y eso, ¿por qué?
Porque siempre hay un desventurado al que se le puede empeñar el alma para vivir de fiado.